viernes, marzo 02, 2007

¿La ropa no me huele o es que estoy resfriado?

Hace unos días tuve el honor de acudir a la boda de un viejo amigo, nos conocemos desde hace más de 12 años y hacía uno o dos que no nos veíamos. Todos los colegas dejamos a un lado familia, pareja, deporte y demás compromisos personales para reunirnos y celebrar la ocasión. La verdad es que, a pesar de que los pobres novios tuvieron un contratiempo de última hora, al final la boda se pudo celebrar tranquilamente y la noche fue genial.

La ceremonia no fue larga y sí bastante emotiva. Cuando estas en una boda que ni te va ni te viene, esta parte suele ser bastante pesada pero cuando es alguien a quien realmente aprecias de primera mano, todo se convierte en más mágico. Pero bueno, para no alargarme diré que todo fue estupendo: el lugar, la cena, el baile de después, los novios, por supuesto, los “regalos de boda” y en general, la simpatía con la que nos trataron, a pesar de tenerse que dividir entre más de 150 personas.

Creo que nadie reparó en ello hasta que llegaron a casa pero en aquella boda ocurrió algo que para mí hizo que terminara de ser perfecta: ¡no había humo! Si, no había humo, no se podía fumar en el recinto. Si me estás leyendo y no eres fumadora o fumador sabrás apreciar lo que te digo. ¡No había nadie fumando! Todo un regalo para los que tenemos que sufrir en el 95% de los lugares cómo la gente te obliga a respirar basura, toda una alegría para los que tenemos que aguantar, frustrados, cómo nuestra ropa apesta en casa sin haber tenido la culpa de ello.

Era genial ver cómo la gente tranquilamente se levantaba sin poner malas caras y se iban al hall o al exterior para fumar. Ninguno dijo una mala palabra, nadie hizo amago de encender un pitillo en la mesa para que alguien le pidiese que no fumara, no hizo falta enfadarse ni montar debates. Todo el mundo de motu propio prefirió respetar a los demás y salir fuera a fumar. Fijaos si fue increíble que busqué en las puertas o en las tarjetas del menú algún cartel o alguna indicación de que estuviese prohibido fumar en aquella sala de banquetes, pero ¡no la vi! ¡La gente salía a fumar por iniciativa propia!... ¡¡¡Hay esperanza en el ser humano!!!

Debo reconocer que al principio de la noche, mientras estábamos allí yo me sentía extraño y no sabía por qué, hasta que reparé en que no olía mal. Fijaos si es triste que hemos llegado a un punto en el que parece que falte algo si no huele a tabaco. Hacía tiempo que no era capaz de oler la comida al 100%. Dios... ¡notar el aroma del vino!, la gran asignatura pendiente. Mirad, yo no tengo ni puta idea de vinos, pero algo que me encanta hacer es captar el olor de uno bueno en la copa. ¿Por qué se permite pagar por una botella de calidad 20 o 30 euros cuando en el restaurante todo huele a Ducados? ¿Por qué el jamón de los bares tiene que ser ahumado por obligación? ¿Cómo se puede ser tan GUARRO?

Se acaban de cumplir los primeros seis meses de la ley del tabaco y, a pesar de que se queda muy, pero que muy corta, al menos se empieza a ver un poco de luz al final del túnel. De humo.

Podría ahora escribir mil líneas con todo lo perjudicial que es el tabaco y todo lo que molesta pero no lo voy a hacer porque sé perfectamente que los fumadores que se sienten atacados, esos que siempre se cabrean y adoptan una actitud defensiva pidiendo que les dejen de dar el coñazo, saben perfectamente que son unos hijosdeputa insolidarios y que les trae al fresco lo que jodan y atufen a los demás con tal de poderse hacer un cigarro cuando les salga del nabo.

“Es que es una adicción” dicen algunos para justificarse. No me fastidies, pues entonces que nadie se preocupe en la siguiente comunión a la que me toque ir me pienso meter un chute de heroína en la mesa entre plato y plato, que además ni siquiera despide mal olor. ¡Ay, total, es una adicción! ¿no?

En fin, hoy estoy de buen humor y no me voy a ensañar con el tema, un día que me pille más caliente soltaré todo el mal que llevo dentro por culpa del tabaco. Por lo pronto terminar diciendo que no fumar en las comidas ni en los lugares públicos es sólo cuestión de EDUCACIÓN, RESPETO e HIGIENE.

Tres conceptos que en este país aún no tenemos muy claros... lamentablemente.